El auge de la IA parece haber puesto en jaque el modelo educativo tradicional. ¿Qué tanto cambian realmente las cosas y qué soluciones puede haber al corto plazo?

Como ocurre con otras instituciones del mundo moderno, la educación marcha al ritmo que le impone la tecnología. No se trata de una tarea sencilla. Si el surgimiento de herramientas tecnológicas relativamente simples, como la calculadora o el procesador de palabras, obligaron a repensar el modo en que se hacen y se evalúan las asignaciones escolares, es posible imaginar el impacto que tendrán sobre el modelo educativo tradicional otras mucho más complejas y potentes, como internet o, más recientemente, la inteligencia artificial.

De hecho, la popularización de modelos inteligentes de lenguaje (como ChatGPT de OpenAI y sus respectivos competidores de Google, Yahoo!, Amazon y otras compañías tecnológicas) ha encendido las alarmas del mundo educativo. En enero de 2023, por ejemplo, las escuelas públicas de Nueva York (EE. UU.) prohibieron expresamente a sus maestros y estudiantes el empleo de este tipo de herramientas, alegando que su uso “no desarrolla habilidades de pensamiento crítico y resolución de problemas, que son esenciales para el éxito académico y de por vida”, según declaró a CNN Jenna Lyle, entonces subsecretaria de prensa del organismo rector de la educación pública neoyorquina.

Medidas similares se evalúan en otros estados e incluso en otros países, como España, en medio de un debate que enfrenta a quienes ven con entusiasmo o pragmatismo la incorporación de estas tecnologías a la vida cotidiana y quienes alertan respecto de sus peligros. Se trata de un asunto tan complejo, que Unesco ofrece desde 2021 una guía para la formulación de políticas educativas, en la que comparte información sobre cómo sacar mejor provecho a esta herramienta y cuáles son los riesgos éticos y legales que su rápida expansión trajo consigo. El Consejo Europeo ha hecho lo mismo en 2022. Pocos en la actualidad se mantienen al margen del asunto.

Así, en una época en que aún se debate el uso de Internet y las nuevas telecomunicaciones dentro del aula, la irrupción de la IA parece haber venido a subir las apuestas.

Inteligencia artificial: ¿aliada o enemiga?

Las razones de preocupación respecto al uso escolar de la IA tienen que ver, en la mayoría de los casos, con su empleo como fuente rápida y sencilla de información.

Por un lado, estos programas informáticos son capaces de responder a las preguntas del usuario generando párrafos originales con gramática perfecta a través del lenguaje natural, y esto dificulta la labor de evaluación tradicional.

Por otra parte, la vasta y enciclopédica información de la que disponen estos modelos de IA no les hace conscientes de las perspectivas, ambigüedades y limitaciones necesarias para un manejo comprensivo de la información. Es decir, la IA no sabe qué cosas sabe y qué cosas ignora, sino que responde como mejor puede a los requerimientos de información del usuario. Incluso cuando ello implica ofrecer verdades a medias, falsear información o, simplemente, crearla, algo que en la jerga informática se ha bautizado como alucinaciones. De modo que las respuestas de la IA serán siempre verosímiles, pero no necesariamente verdaderas.

Visto así, estos modelos de IA incurren en el mismo defecto que la mayoría de la información en internet: le brindan al usuario una inmensa cantidad de información, sin un criterio jerárquico o de legitimidad que lo respalde.

El lado positivo de estos programas, sin embargo, radica en su gigantesco potencial como asistentes virtuales de un proceso de aprendizaje. Es posible imaginar enciclopedias parlantes y del todo interactivas, que orienten al usuario hacia la información que necesita para aprender más ágilmente, o incluso que le ofrezca evaluaciones preliminares, cuestionarios generados al instante y otras formas de calistenia para la evaluación “verdadera” en el colegio o la universidad.

Estas herramientas inteligentes podrían asistir incluso a los maestros en su preparación de la asignatura, brindar consejos, fabricar ejemplos o evaluaciones, y aliviar en buena medida la carga laboral del docente.

Como ocurre con la mayoría de las tecnologías, las bondades y peligros de la IA dependerán en buena medida de cómo se la utilice, y ello pasa necesariamente por repensar la manera en que se piensa, tradicionalmente, la educación.

Repensando el modelo educativo

A finales de 2022, el profesor de filosofía de la Universidad del Norte de Míchigan, Antony Aumann, se vio en aprietos a la hora de evaluar una de las asignaciones de fin de curso. Tal y como lo explica un reportaje del New York Times, se trataba de un trabajo riguroso y excelentemente argumentado, demasiado bueno para ser verdad.

Tras confrontar al alumno que lo entregó, supo que había sido generado mediante IA. Y a partir de entonces Aumann decidió cambiar sus estrategias de evaluación: los alumnos deberán comenzar sus ensayos en clase, usando computadores con acceso a la IA, pero de forma restringida, con el propósito de discutir abiertamente sus respuestas.

Este es un caso muy ilustrativo del efecto de la IA en el modelo educativo, y también de una respuesta eficaz ante la problemática que suscita: un intento de atajar el problema y sacar al mismo tiempo provecho a la nueva herramienta. Sin embargo, no se trata actualmente de la postura más popular al respecto.

De más está decir que no puede dejarse en manos del alumno una herramienta impredecible; pero prohibir simplemente su uso, sin ofrecer ninguna alternativa, constituye en el mejor de los casos un remedio temporal, una demora, frente a una realidad tecnológica inexorable. El problema está en que no todos los docentes pueden o están dispuestos a renunciar al modelo educativo tradicional, y muchos carecen, en sí mismos, de la formación tecnológica necesaria para comprender los alcances y limitaciones de este tipo de programas.

Se impone, en conclusión, la necesidad de una nueva comprensión del proceso educativo, parte del cual tendrá lugar dentro y fuera en las aulas, es decir, combinando mecanismos online y offline. Un proceso educativo en el que juegue un rol fundamental la educación tecnológica, esto es, la comprensión crítica de las herramientas digitales del siglo XXI, por parte tanto del alumnado como de los propios docentes.

Semejante proceso de revisión tendrá que darse lo antes posible, de modo de evitar la expansión de la brecha entre las necesidades de las generaciones “nativas” digitales y las exigencias del saber académico tradicional, verificable, con referencias. El objetivo debe ser la construcción de una mirada más optimista en torno a la convivencia entre innovación y educación: una relación clave para la construcción de un futuro más próspero, positivo y responsable.

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